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El precio de enfrentar a Andrés Roemer, prófugo de la justicia mexicana

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“¿Por qué te tardaste tanto en denunciar? ¿Por qué hasta ahora?”, le pregunta un periodista en su programa matutino. Ella, una mujer joven que comparte al aire que fue víctima de una violación sexual por parte de Andrés Roemer, responde con calma, con una serenidad que parece aprendida después de practicar varias veces la misma respuesta: “porque vi la denuncia de Itzel Schnass y no quise dejarla sola”.

“¿Por qué te tardaste tanto en denunciar? ¿Por qué hasta ahora?”, le pregunta un periodista en su programa matutino. Ella, una mujer joven que comparte al aire que fue víctima de una violación sexual por parte de Andrés Roemer, responde con calma, con una serenidad que parece aprendida después de practicar varias veces la misma respuesta: “porque vi la denuncia de Itzel Schnass y no quise dejarla sola”.

Las mujeres que hemos sido víctimas de violencia machista sabemos que tenemos que responder con calma, siempre con calma. Entendemos que cualquier “exceso” de furia o de tristeza podrá ser usado en nuestra contra. Cuando hablamos, también tenemos que sortear las preguntas revictimizantes, y paulatinamente nos hemos vuelto especialistas en respirar hondo, domar la acidez en el estómago y responder de manera asertiva pero cuidadosa, a quien cree que su rol en la vida es jugar a ser “el abogado del diablo”. Nuestro tono y nuestra historia siempre son fiscalizados.

“Cada una habla cuando puede, como puede y cuando quiere”, me dice Montserrat Ortíz. La joven periodista, egresada de la carrera de comunicación por la UNAM, aceptó tomar mi llamada y se escucha segura. Por petición suya, en esta conversación no ahondamos en los detalles de la agresión sexual que vivió, pero su caso está bien documentado en la prensa.

Lo resumo: a Roemer lo conoció mientras ella trabajaba en una televisora de Grupo Salinas. No es coincidencia, porque Roemer era amigo cercano del propietario del canal y juntos fundaron el Festival Internacional de Mentes Brillantes: La Ciudad de las Ideas.

Somos muchas. Somos todas víctimas de Roemer

“El señor me agrega a Facebook y me invita a colaborar en un proyecto importante”, dice Montserrat Ortíz que tuvo la impresión de que era una propuesta seria, “muy formal, no desconfié de él”, dice. Ella tenía 23 años y era su primer trabajo en televisión. Andrés Roemer es exdiplomático, escritor, conductor y gestor cultural, trabajar con él era entonces una gran oportunidad profesional. “Mandó a su chofer por mí a la televisora y me dejó en su casa en la colonia Roma”, cuenta en la entrevista. Al principio, a Montserrat todo le pareció normal. Le habló del trabajo y de su posible salario, pero luego vinieron las amenazas encubiertas: “conmigo puedes crecer mucho porque soy accionista de Grupo Salinas, pero si yo quiero también te voy hundir”, le dijo. Lo que sucedió después fue una violación sexual, algo que ahora él niega rotundamente, niega incluso haberla conocido. “Yo en todo momento le dije que no, incluso lo empujé”, explicó Ortiz en una entrevista con Ciro Gómez Leyva y Lourdes Murguía en febrero de 2021.

Dos años después, en ese mismo programa, Alejandro Roemer dijo que su padre es inocente y que se trata de “fabricaciones” por parte de la fiscalía. Además, desestimó las denuncias en contra del exdiplomático al mencionar que “no son sesenta y un denuncias sino sesenta y un tuits” que, además, en su mayoría provenían de cuentas anónimas. No obstante, hasta el momento hay cinco casos judicializados donde aparece el nombre y apellido de quien le acusa.

Montserrat Ortíz fue, junto con Itzel Schnass, una de las primeras víctimas en romper el silencio de forma pública. Lo hizo primero en 2019 de manera anónima y luego en febrero de 2021 desde su cuenta de twitter: “Hoy decidí romper el pacto. Yo también fui víctima de Roemer. Somos muchas. Somos todas”. Ambas coinciden en algo: denunciaron para prevenir a las otras. “Cuando decidí dar mi testimonio fue para alertar a las mujeres a que no se acerquen a ese señor, a que no caigan en sus engaños, que no vayan a su casa porque las va a encerrar y las va a abusar”, dijo Ortiz a Gomez Leyva y Lourdes Munguia en 2021.

Actualmente hay cinco órdenes de aprehensión contra Andrés Roemer por violación y violación agravada, aunque estas no son las únicas carpetas de investigación en su contra. Lo que narran Montserrat e Itzel coincide con los testimonios de otras mujeres: en la sala donde despachaba sus asuntos laborales y agredía a sus víctimas no hay señal de teléfono, ni buena iluminación. Ahí solía retener a las mujeres que atacaba. “Yo tomé mis cosas y salí corriendo de esa sala. Cuando llegué a la puerta intenté abrir, el personal de servicio apareció y me dijo no tengo autorizado abrirte (…) yo tenía dos opciones, denunciarlo o seguir viviendo a sabiendas de que un sujeto así existe”, le explicó Schnaas al periodista Leo Zuckerman.

El interés de ambas por advertir a otras cobra hoy mayor importancia, tras el tsunami de denuncias que llegaron después de las suyas. Era un modus operandi y ellas no son las únicas víctimas. Roemer buscaba mujeres jóvenes, algunas incluso estudiantes o recién egresadas de la licenciatura. Establecía contacto, les decía que eran muy talentosas e inteligentes, y que por eso les ofrecía trabajo. Las citaba en un restaurante, en su oficina o en su casa. Así lo documentó la periodista María Scherer en Así como Suena.

Pasaban los minutos y el tono profesional de la reunión se desvanecía. Su léxico relativamente exquisito, el de alguien que presume orgulloso su bagaje y su preparación académica, desaparecía de golpe, se tornaba en un violentador sexual sin escrúpulos, sin mayor sofisticación. La realidad es que los agresores provienen de cualquier contexto socioeconómico, pero existen algunos que, arropados en la protección que les brinda el poder económico y político, saben que pueden quedar impunes una y otra vez. Roemer se sabía poderoso, y esto le permitió acosar, hostigar, abusar y violar a decenas de mujeres durante años. Es por esto también que muchas, ante el miedo de posibles represalias, tardaron tanto en hablar.

¿Quién es Andrés Roemer?

Es otoño de 2013, ha pasado apenas un año desde el inicio del gobierno de Enrique Peña Nieto. San Francisco, en Estados Unidos,  una ciudad donde viven decenas de miles de mexicanas, tiene un nuevo cónsul; un escritor y académico, “un hombre del renacimiento” anunció la prensa local.

El flamante diplomático se presenta con su nuevo equipo. Un ex empleado del cuerpo exterior mexicano al que entrevisto recuerda cómo fue la primera reunión con Roemer. “Llegó y nos dijo que él es amigo de Luis Videgaray y de José Antonio Meade (ex integrantes del gabinete presidencial)”, que “les pidió una embajada pero únicamente le dejaron escoger un consulado”, y optó por San Francisco “porque está cerca de México y así puede seguir sus proyectos, atender sus negocios”. También les dejó claro que la oficina consular la usarían “para que todos colaboremos con sus proyectos personales, como la Ciudad de Las Ideas”. En esa misma sala, donde fue su presentación, en distintas ocasiones se pondría a “jugar a la botellita” con sus subordinadas y una botella de champaña, pese a la incomodidad de todas, según cuenta el entrevistado.

Andrés Isaac Roemer Slomianski, mejor conocido como Andrés Roemer, es egresado de Berkeley, de  Harvard, del ITAM y de la UNAM. Fue embajador ante la UNESCO y cónsul en San Francisco. Conductor de televisión, autor de dieciséis libros y un personaje muy influyente en la televisión y el sector cultural en México. Tras la avalancha de denuncias en su contra, siempre dijo ser inocente, pero pronto huyó a Israel.

La cercanía que tenía Andrés Roemer al poder político no solo le brindó oportunidades en el servicio exterior, también le dio oportunidades económicas. Como lo ha investigado María Scherer, su asociación de nombre Poder Cívico, encargada de organizar La Ciudad de las Ideas, recibió por años cantidades millonarias. El monto asciende a 582 millones de pesos. De acuerdo con Scherer, obtuvo 13 millones del gobierno de la Ciudad de México en 2018; 60 millones de CONACULTA en 2013; 120 millones de la Tesorería de la Federación entre 2014 y 2018 y 300 millones entre 2012 y 2021 del gobierno de Puebla.

Los abusos al interior de una mansión porfiriana 

Es nueve de marzo de 2021 en la Colonia Roma. A medida que cae la noche un grupo de manifestantes, la mayoría mujeres, se dan cita en la plaza Río de Janeiro. Llegan de manera espontánea en pequeños grupos, no como resultado de una convocatoria. Alrededor de cincuenta granaderos resguardan una mansión porfiriana, previamente protegida con un muro de madera. Es la casa de “El doctor Roemer”. Entre la multitud de manifestantes aparece una chica con la mitad del rostro tapado con un cubrebocas, y se acerca a la casa resguardada por los granaderos. En el asfalto escribe con aerosol: “AQUÍ VIVE UN VIOLADOR”. Después agrega el número 61. Para ese momento sesenta y un mujeres habían hecho públicos sus testimonios, mismos que fueron recopilados en la cuenta de twitter de la colectiva Periodistas Unidas Mexicanas.

Se acerca a ella otra mujer joven con lágrimas en los ojos, y le pide que agregue un número más, que lo transforme en un sesenta y dos. Se trata de su propio caso, pero aún no se atrevía a denunciar. La chica con la lata de aerosol y la cara cubierta accede. No se conocen y probablemente nunca se volverán a ver, pero ese gesto de sororidad espontánea se quedará marcado en el asfalto y en la memoria de ambas.

Al igual que Montserrat Ortiz, la bailarina Itzel Schnaas fue invitada por Roemer en noviembre de 2019 a una reunión para ofrecerle una oportunidad laboral en el festival Ciudad de las Ideas. Un amigo de su padre había conocido al otro fundador del Festival, que luego ordenó a Roemer , “a esta niña la programas”, según recuerda Schnaas en entrevista.

Itzel tiene hoy 32 años y lleva un amplio recorrido profesional: entró a la carrera de danza clásica a los once años y ha bailado en compañías en México y en Montreal. Actualmente coordina una compañía de danza que en 2018 cerró el Festival Cervantino. Combina su interés dancístico con sus preocupaciones sociales. “La danza es un esfuerzo para modificar nuestras realidades, hay verdades que están en el cuerpo y a veces no llegan ni a la garganta”, me dice en una videollamada, con la voz cargada de pasión por su trabajo. Me cuenta también de su experiencia al trabajar desde la danza con poblaciones privadas de su libertad, con infancias que viven con VIH y con personas ciegas.

Para ella bailar es una forma de acercarse a sus cuerpos y al de otras personas; y repensar cómo los concebimos. “Llevaba muchos años cuestionando la danza clásica, cómo construyen nuestros cuerpos al servicio del patriarcado, y como artistas del cuerpo merecemos relatos mucho más complejos”, me dice. Es esta reflexión la que le ayudó a denunciar los delitos cometidos por Roemer en su contra, sin saber que una avalancha de denuncias seguirán tras la de ella.

Era 15 de febrero de 2021. Itzel publicó un video con su testimonio, una descripción minuciosa de su encuentro con Roemer. Más de 135 000 personas lo han reproducido, al menos 953 han dejado mensajes de apoyo a la bailarina. “Cuando el video salió fue extenuante, más de cien mujeres de distintas generaciones me buscaron por Instagram, me marcaban el teléfono, de todas las edades. Yo no había ni nacido y él ya violentaba”.

El abuso fue desconcertante y rápido. “Me citó en un restaurante y luego fuimos a su casa para poder mostrarle mi presentación en su oficina. Cuando me volteo y me agacho para conectar mi computadora, aprovecha y se me lanza encima”, explica Itzel en entrevista. Luego se muestra arrepentido: “Te pide disculpas y le crees: ‘Me ofusqué, esto no debió de haber pasado’”. El agresor se justifica: “Perdóname, no sé qué me pasa —le dice—. Se me olvidó que eras bailarina, si yo hubiera podido elegir esposa, hubiera sido bailarina”, se excusa.

“Andrés siempre te ofrece algo que te interesa, si eres periodista, si te dedicas a la moda, a la danza, siempre tiene algo. Te ofrece grandes oportunidades, y con ello te tiene en sus manos. Después te acosa, te agrede, te abusa y se disculpa inmediatamente. Tú no lo puedes denunciar, sientes que no lo puedes denunciar porque ya aceptaste algo de él […], nadie te va a creer, es un hombre poderoso”, rememora Itzel.

Tiempo después, aún sin representación legal, Itzel fue sola a un Ministerio Público para presentar su denuncia, y se enfrentó con otra limitación: pese a que Roemer la tocó sin su consentimiento y la encerró en un cuarto con llave para masturbarse frente a ella, lo que vivió prescribió un año después, al no ser considerado una violación sexual sino abuso sexual. Después ella presentó una demanda de amparo en contra de la prescripción de delitos sexuales, mismo que sentaría precedentes para modificar la ley.

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