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Opinión | Hackeo al Ejército: lo menos grave es la salud frágil de … – The Washington Post

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Un grupo de hackers activistas llamado Guacamaya penetró los servidores de la Secretaría de la Defensa de México (Sedena) y obtuvo informes de inteligencia, partes militares, tarjetas confidenciales, fotos, videos, redes de vínculos y contactos, bases de datos, archivos, conversaciones, contratos, planes, seguimientos y mucha más información marcada como confidencial que hoy está expuesta. Lo que el Ejército sabe sobre los narcotraficantes, los nombres y apellidos de los soldados que participan en operativos de alto impacto, y el número de militares desplegados en cada lugar, en cada misión, están expuestos y en algunos casos hasta con los horarios de servicio de los militares.
En un momento político en que el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), impulsa vehementemente entregar todas las tareas de seguridad a las Fuerzas Armadas, estas se exhiben incapaces de cuidar hasta lo que mandan por correo electrónico.
Frente al estado de vulnerabilidad en el que está la seguridad nacional, AMLO no ha respondido con la seriedad de un jefe de Estado sino con la inmadurez de un niño berrinchudo. En su conferencia matutina del viernes 30, al día siguiente de la revelación, no dijo una palabra sobre la incapacidad del gobierno para proteger a los soldados que están luchando contra el crimen organizado o para resguardar la información estratégica con la que debería estar combatiendo los altos niveles de inseguridad en México. En cambio, puso una canción popular que habla de un hombre con pésima salud —el hackeo reveló también que el presidente ha tenido hospitalizaciones de emergencia, que su gobierno había escondido— y decidió atacarme por haber sido el periodista en cuyo programa se reveló la información.
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El jueves pasado, en mi espacio de la plataforma Latinus, dimos a conocer algunos de los documentos que obtuvo Guacamaya, quienes señalaron en un comunicado que su misión es la reivindicación social al evidenciar la estructura, la corrupción y el poderío militar en América Latina. Comenzaron hackeando al Estado Mayor en Chile, de donde extrajeron 400,000 correos, lo cual provocó la renuncia de un general. Después pusieron a disposición de periodistas y académicos la información de la Sedena en México.
Después de que los hacktivistas divulgaron que también poseían información militar de Colombia, El Salvador, Perú y México, el equipo de Latinus Investiga se puso en contacto con Guacamaya y nos compartieron lo referente al Ejército mexicano. De lo que hemos podido revisar de los seis terabytes de información, sabemos que extrajeron más de 400,000 correos electrónicos —pueden ser muchísimos más— con toda clase de información de altísima sensibilidad: desde el verdadero y grave estado de salud de AMLO, hasta detalles desconocidos del tristemente célebre operativo militar conocido como “Culiacanazo”, donde el presidente ordenó la liberación del hijo del narcotraficante Joaquín “El Chapo” Guzmán. “Todo lo que se dice ahí es cierto”, admitió AMLO a la mañana siguiente. Y esto es apenas la punta del iceberg.
Lo más grave no es la salud del presidente, por mala que esta sea. La exposición de sus reportes médicos secretos es sencillamente el ejemplo emblemático de los alcances del hackeo: se metieron hasta el buró de su cama. Lo más grave es lo que este hecho histórico pone en evidencia.
Primero, que hoy la Presidencia de México está muy debilitada y que a su lado, o incluso ocupando su lugar, hay una estructura más poderosa que nunca: el Ejército. Los documentos obtenidos prueban contundentemente lo que habíamos visto en la práctica, pero el gobierno había negado una y otra vez: en el ejercicio del poder, el Ejército manda en México. Su injerencia es determinante para que la administración de López Obrador opere. Los militares están tomando muchas más decisiones de las que sabíamos y el paradigma cambia: la pregunta ya no es qué tan útil le es el Ejército al presidente, sino que tan útil es el presidente para el Ejército. Y eso es gravísimo.
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Segundo, que la Sedena permitió la más grave vulneración a la seguridad nacional en la historia del país. Hoy los datos del personal militar y de inteligencia que tiene el Ejército son públicos. Parece que la omnipresencia del Ejército en la vida pública —se encargan desde construir aeropuertos hasta repartir libros escolares— no fue suficiente para detectar al enemigo irrumpiendo en su casa, y son ellos mismos quienes deben proteger las nuestras.
Tercero, el presidente ya no está. Minimizar la más grave vulneración a la ciberseguridad de México no es como debe reaccionar un jefe de Estado. Tampoco poner una canción de Chico Che en vez de anunciar un plan de contención, atacar a un periodista en vez de exigir un programa de reforzamiento a la ciberseguridad, o juguetear con su condición médica en vez de hacer una verdadera rendición de cuentas. Su reacción habla de su incapacidad de gobernar ante la verdadera dimensión del problema que hoy enfrenta.
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Ya otros medios de comunicación han hecho contacto con Guacamaya y recibido las comunicaciones militares, muchas de ellas catalogadas como confidenciales. Lo que se ha presentado hasta ahora es solo una muestra y no hemos terminado de dimensionar lo que significa esta vulneración a la seguridad nacional. No sabemos dónde va a parar, pero queda claro que el gobierno de López Obrador no está preparado para ello ni parece tomárselo en serio.

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