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Las mascotas se convierten en víctimas silenciosas de la inflación – Levante-EMV

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Pablo abraza a su perro, Neo, que hace un mes necesitó una operación de miles de euros. Levante-EMV
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Las quejas por la inflación están a la orden del día en los hogares de la Comunitat Valenciana. Es fácil oír en una conversación cómo ha subido el precio de los carburantes o el de los alimentos, y qué gastos habrá que recortar por aquí y allá para cuadrar cuentas. Sin embargo, hay miembros de la familia que no tienen voz en sus necesidades: las mascotas, que muchas veces quedan en primera línea de riesgo ante la pérdida del poder adquisitivo por la inflación. Las operaciones y los tratamientos en clínicas veterinarias pueden suponer todo un desafío económico para un bolsillo menguante. Además, la comida diaria que se le da a los perros y a los gatos es, más que nunca, susceptible de dar un bajón en su calidad, puesto que la diferencia entre el contenido de las primeras marcas y el pienso de supermercado es enorme, según los expertos.
La veterinaria y gerente de la clínica valenciana Patraix, Ana Ferrer, reconoce que hay gente que “está retrasando cosas porque vienen con el agua muy al cuello“. Puede tratarse desde cuestiones simples pero tan necesarias como la colocación de una vacuna o una esterilización. Aparte, hay tratamientos de enfermedades que no son de extrema urgencia en las que el animal puede vivir pero lo hace con cierto dolor, y esos también pueden quedar pospuestos para desgracia de la mascota, expresa Ferrer.
La gente en los últimos meses ha buscado clínicas más ‘low cost’, donde no hacen del todo bien las cosas: dejan de hacer analíticas, dejan de hacer pruebas… Al final es un peligro para la salud del animal. Una cosa es poner el precio 50 euros más barato, pero cuando son cosas más escandalosas a la gente le tendría que llamar la atención”, dice la veterinaria. Muchas veces, se encuentra con consultas para servicios que finalmente no lleva a cabo porque la gente prefiere una clínica de bajo coste. “Y por aquí la mayoría de las clínicas tenemos precios similares…”, lamenta Ferrer.
“Nunca hay duros a cuatro pesetas, es una frase que decimos muchos compañeros”, dice el veterinario de Vetology, Fran Navarro, cuya clínica está en Picanya. En su establecimiento, han optado por dar soluciones prácticas ante el aumento de los precios. “Estamos ayudando a dividir el pago, antes se solía hacer todo el abono al momento de una operación, pero ahora cerca del 20 % de la gente necesita fraccionarlo. Es un pequeño esfuerzo interno y lo hacemos a nivel personal”, expresa Navarro, que celebra que no han perdido clientela estos meses.
Respecto a la alimentación, Navarro indica que “siempre es mejor prevenir que afrontar enfermedades futuras“. Los piensos de supermercado, dice, “dan muchas veces problemas de orina en gatos, y en los perritos también problemas renales y de corazón“.
Por otro lado, el también albéitar Xavi Navarro, que ejerce en la clínica Vet33 en València, apunta otros dos problemas claves de las clínicas. “Hace diez años el IVA veterinario pasó del 10 % al 21 %, algo que para los animales es abusivo. Desde entonces se ha propuesto bajarlo un poco, pero no se hace”, expresa, al tiempo que en cuanto a la comida asegura que “el mercado de internet y los grandes comerciales se han quedado con el mercado y se han saltado al pequeño comercio”.
Navarro comenta luego un caso que le sucedió ayer mismo. “Teníamos un perro con la boca súper infectada, el análisis clínico eran 70, pero la limpieza eran 500 euros y no se ha hecho por un tema económico. El animal queda sufriendo“, recalca. También lamenta que hay clientes que dejan sin pagar intervenciones: “es increíble lo que no dejan de pagar en El Corte Inglés y sí dejan de pagar en el veterinario“.
En el IPC de septiembre, que marcó un 8,9 % general a doce meses, los productos para animales domésticos llegaron a tener un alza aún mayor: el 13,7 %. Hace un año estaba alrededor del 3 %, diez puntos menos. Los servicios veterinarios, no obstante, han aguantado el tirón de los precios y solo subieron un 3,2 % interanual.
Pablo Andrade, un joven valenciano que pasea a su perro Neo por el barrio de Sant Isidre, cuenta a Levante-EMV que hace un mes el can se tragó una piedra de siete centímetros. La desafortunada ingesta le ha acabado saliendo por 3.000 euros. Pablo se dio cuenta de la emergencia un domingo, así que tuvo que llevar a Neo a unas urgencias en vez de a un veterinario común. “De primeras me pidieron 1.500 euros por la placa, el diagnóstico y los análisis previos, todo eso sin contar la operación”, recuerda.
Al final se le sumaron 1.500 euros más. “Lo tuve que financiar a un año, a cuotas de 260 euros al mes. Es un dinero impresionante, tenía 1.300 euros en la cuenta y el alquiler me venía en tres días. Haciendo milagros, pidiendo de aquí y de allá, lo pude salvar, pero si me volviera a pasar yo no sé si sería capaz de pagarlo“, cuenta Pablo, que resume que termina siendo un acto de “amor“. Mientras lo dice, Neo corretea alrededor, feliz.
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