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El mal presagio de la economía: alta inflación o recesión – El Nacional

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Cuando se confirme este mes de noviembre, con la inflación del pasado octubre en la zona euro se producirá un hecho histórico desde que existe la moneda común, y es que Eurostat marcará los dos dígitos al confirmar que los precios han crecido un 10,7%. Un porcentaje evidentemente ingestionable para la mayoría de las economías domésticas que no alcanzan a llegar para la cesta de la compra, ya que, además, si se entra en el detalle de los aumentos se observa que los alimentos, el alcohol y el tabaco habrían subido un 13,1%.
La subida del BCE de los tipos de interés al 2%, que quizás no será la última, en línea también con las medidas adoptadas por la Reserva Federal, pretende atajar la desbocada inflación, pero como que en economía las cosas no son lineales y acaba habiendo vasos comunicantes veremos qué sucede con la recesión cuando se den a conocer los datos del último trimestre de este año y primero de 2023.
Veremos si Christine Lagarde da con el punto exacto y el Banco Central Europeo, en su afán por rebajar la inflación y volver a lo que era su objetivo estándar en sus inicios de una inflación del 2%, no provoca un colapso aun mayor de la economía. Su primera medida de subida de los tipos de interés han ocasionado la revisión de la gran mayoría de las hipotecas al estar a un interés variable. Ello está provocando, en muchos casos, una revisión de las condiciones con las entidades bancarias que, en la práctica, se traduce en un mayor período de tiempo pagando la cuota mensual.
La inacabada guerra en Ucrania ha puesto el mundo patas arriba y Rusia ha colocado a Europa sobre todo en una situación enormemente complicada. Por un lado, el aumento de los precios de la energía; por otro, la amenaza de cortes de gas en diferentes países de Centroeuropa. Alemania se resiente de esta alta inestabilidad y, consecuentemente, toda la zona euro. Se reduce el consumo, se constriñe la economía y la sensación de una sociedad agotada en medio de numerosos conflictos hace que aumente el pesimismo. Nadie sabe cuándo acabará el conflicto armado, pero es evidente que no se ve el final en el horizonte.
Se le pide a la ciudadanía que se apriete los cinturones, que se olvide de recuperar el coste de la vida perdido, cuando ella misma ve que la crisis no afecta a todo el mundo por igual. Los gobiernos han de ser sensibles al empobrecimiento de las clases medias y el aumento desbocado de los índices de pobreza. No todo es macroeconomía cuando amplios sectores de la población no pueden ni comer. 

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